martes, 13 de enero de 2009

El espumillón que no se va










Una de mis abuelas solía tener la casa decorada de navidad todo el año. No quitaba el espumillón ni las bolas de colores ni el belén a no ser que la obligaran, generalmente persuadiéndola de la combustibilidad de los adornos, y restregándole la estadística de las viejas que mueren sentadas en su mesita camilla porque se ha incendiado un brasero, al quedarse dormidas viendo a Ramonchu García en la tele. Decía la pobre, que con los adornos se acordaba durante el resto del año de los días felices con la casa llena de gente. Sibilina maestra del chantajismo emocional, yo he heredado de ella el gusto por los brillos, el moaré, las lentejuelas y el espumillón. Por eso me cuesta tanto abandonar la decoración de los días felices...
Lo mismo le debe pasar a la dueña de esta bonita casa que alhaja y engalana mi humilde blog. Papanoeles por las mesas, las librerias, las teles, los jarrones y, en version escaladora de indoor, colgados de las lámparas.
Lo mas bonito son los candelabros del comedor forrados de espumillón...pero lo que más me sigue conmoviendo es ese empeño de mucha gente de hacerse una biblioteca para tener "una boisserie buena" y, luego, llenarla de peliculas de vídeo.